La geología de Egipto posee en su génesis dos notas distintivas que serán las responsables de la acumulación de minerales en ese terreno: el Mar u Océano Tethys, que cubría antiguamente todo Egipto, y el Valle del Rift. El primero es responsable de un proceso de sedimentación que luego da lugar a la arenisca y caliza que allí alcanza hasta 300 metros de espesor. El segundo origina separaciones evidentes rellenas con agua, como el Mar Rojo, y una fractura que alcanza los 6 mil km de longitud entre la placa tectónica africana y el Levante Mediterráneo.
Estas notas distintivas no sólo marcarán el paisaje externo, incluyendo la relación entre los egipcios y el sistema monumental de edificación que tuvieron, sino que también serán responsables de la espiritualidad que construyeron.